sábado, diciembre 22, 2007

EL TESORO DE LA FILOLOGÍA

En un momento determinado los estudiantes de Filología se enfrentan a la terrible pregunta, y el caminito se bifurca en dos: ¿Lengua o Literatura? Se dice que los más pragmáticos se van por la lengua o la lingüística. Algunos de ellos se entusiasman con teorías chomskianas. Otros con los catálogos lexicográficos. Mi amiga Marga hace una admirable tesis sobre verbos inergativos. Para gustos, los colores. En mi atrevida ignorancia, se me antojaba que en aquellas teorías presuntamente científicas se obviaba siempre el componente semántico. Al ser el significado de las palabras tan variable y a veces arbitrario, al estar tan ligado a la dimensión emocional, psicológica o espiritual del idioma, es el más escurridizo y temido en la investigación lingüística. Así que cuando el profesor nos decía que tal o cual formulación no solucionaba por completo el problema, yo pensaba: ¡Claro!, porque dan escobazo a la semántica! De haberme dedicado a la lengua, pues, me habría ido por las ramas y por los cerros de Úbeda, o sea, hacia la Gramática Histórica, la Historia de la Lengua o la Etimología.

De ahí me predilección por el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de Sebastián de Covarrubias, regalo que he recibido hace unos pocos días con gran ilusión. Ajeno a los tecnicismos tan neutros como académicos, el canónigo toledano ofrece unas definiciones sabrosísimas, en las que combina gracia castellana y erudición grecolatina; mete baza faltando a lo políticamente correcto o se desentiende a la brava si el asunto le compromete; aventura unas etimologías más que dudosas, y prodiga refranes, modismos, anécdotas, un sinfín de citas literarias.
He pensado en iros ofreciendo, sin rigor alguno -como haría Covarrubias- algunos retazos de las definiciones que voy encontrando al azar.


OJO. Lat. oculus; son los ojos la parte más preciosa del cuerpo, pues por ello tenemos noticia de tantas cosas. Ellos son las ventanas adonde el alma suele asomarse, dándonos indicios de sus afectos y pasiones de amor y de odio. Son los mensajeros del corazón y los parleros de lo oculto de nuestros pechos.
PENSAR. Es imaginar o revolver alguna cosa en su memoria, del verbo latino pensare, frequentativum a pendendo, que es pesar con peso alguna cosa, porque el que piensa pondera las cosas, y así se hace mejor de pensado que de repente.
MORISCOS. Los convertidos de moros a la fe católica, y si ellos son católicos, gran merced les ha hecho Dios y a nosotros también.
HECHIZAR. Cierto género de encantación con que ligan a la persona hechizada de modo que le pervierten el juicio y le hacen querer lo que estando libre aborrecería (esto se hace con pacto del demonio expreso o tácito); y otras veces, o juntamente, aborrecer lo que quería bien con justa razón y causa, como ligar a un hombre de manera que aborrezca a su mujer, y se vaya tras la que no lo es [...] Este vicio de hacer hechizos, aunque es común a hombres y mujeres, más de ordinario se halla entre mujeres, porque el demonio las halla más fáciles, o porque ellas de su naturaleza son más vengativas y también envidiosas unas de otras.
SOSPIRAR. Sacar el espíritu de lo profundo del pecho, con significación del dolor y ansia que padecemos. Algunas veces es indicio de desear alguna cosa con grande ahínco. Los suspiros es pasión muy común a los enamorados; y así dan al suspiro diferentes significaciones y epíctetos; yo no quiero embarazarme en esta materia.