«El tiempo vale por lo que haces con él. Si te escapas de él, es mayor la herida, la terrible herida de los Dorian Gray. Y es enfermedad con recaída».
Y luego:
«Los veranos son trágicos y aislados, no tienen continuación. En el invierno recobras el hilo hacia atrás».
(Cuadernos de todo, 8 de diciembre de 1972)
En efecto, especialmente la Navidad tiene mucho de tirar del hilo, de recordar, esto es, de traer al corazón lo antiguo. De niña siempre me angustiaba que el trimestre terminara demasiado tarde, por miedo a no poder dedicarme, tranquilamente, a esperar la Nochebuena en mi hogar, leyendo a ratos el Cuento de Navidad de Dickens, sacando las panderetas y guirnaldas de sus cajas. Al ir haciéndome mayor he ido recogiendo de mi alrededor impresiones muy diferentes a las mías. He visto a los que desean que llegue para huir de nuevo y darse una tregua vacacional; a los que, por tristeza o soledad, desean que estas fechas se pasen cuanto antes, como una molesta enfermedad; a los que se ponen frenéticos con las compras navideñas y te pegan codazos en medio de la calle iluminada. Pero el otro día supe que debía ingresar a un nuevo grupo en el muestrario: este año han aparecido los “respetuosos” (¿?), los que tiran a la basura el belén de unos niños, para no ofender [sic] no sé a quién. Antes de que yo opine a mis anchas, mejor dejar que aquí Carmiña me lance otro capote:
« [las fiestas navideñas] dejan de tener sentido cuando ya no se rememora la historia que dio origen a su celebración. Conmemorar es eso: recordar, y si el hilo de la memoria se ha quebrado, seguir fingiendo que se conmemora algo es una superchería y una traición a la fiesta […] Y sin un auténtico deseo de representación, de rememoración, no hay fiesta que tenga valor; sólo podrá tener precio.»
(Tirando del hilo. Artículos 1949-2000)
Yo me apunto también a tirar del hilo desde el silencio, las canciones y las voces familiares. Y a celebrarla con Belén, Reyes Magos y Estrella. Ah, y con una visita al viejo Mr. Scrogge, por supuesto.
« [las fiestas navideñas] dejan de tener sentido cuando ya no se rememora la historia que dio origen a su celebración. Conmemorar es eso: recordar, y si el hilo de la memoria se ha quebrado, seguir fingiendo que se conmemora algo es una superchería y una traición a la fiesta […] Y sin un auténtico deseo de representación, de rememoración, no hay fiesta que tenga valor; sólo podrá tener precio.»
(Tirando del hilo. Artículos 1949-2000)
Yo me apunto también a tirar del hilo desde el silencio, las canciones y las voces familiares. Y a celebrarla con Belén, Reyes Magos y Estrella. Ah, y con una visita al viejo Mr. Scrogge, por supuesto.
4 comentarios:
¿Fatal los veinticinco? ¿No eran la niña bonita? Feliz, feliz en tu día, y gracias por el regalo de la entrada. No soplas las velas: las enciendes.
Muchas gracias, Enrique. ¿Seguro que los veinticinco son la niña bonita? Me haces un regalo muy animante...
Hola, te escribo desde la facultad de filología de Santiago de Compostela: ¡qué gusto da estar en casa por navidad!
Felicidades,niña bonita.
Ciao!!!
Me entero tarde de que fue tu cumpleaños hace tres días. ¡Muchísimas felicidades! Los veinticinco es un edad estupenda, la fatalidad llega cinco años después, cuando cambias de decena. Así que por ahora, ¡sólo celebraciones!
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