viernes, marzo 02, 2007

POR EL CAMINO

Marzo está aquí, con su viento tibio que se enfría de repente al anochecer y la mimosa en flor esparciendo copos amarillos por el césped del jardín. Un gato anaranjado se asoma entre las rejas, como pidiéndome permiso para entrar. Siempre hace lo mismo y antes de que le conteste ya se ha metido dentro; igualmente le digo que bueno, por ahora pase, pero por la tarde no quiero ni verte. Me gustan muy poco los gatos, sobre todo en la oscuridad, cuando detrás de una farola se nos aparecen sus ojos verdes o grises, bellos, fríos y misteriosos como aquéllos de la leyenda de Bécquer, y se quedan quietos, mirándonos hacia adentro, hasta que consiguen que nos dé un escalofrío y cambiemos de rumbo. Por la mañana es distinto, todo es distinto bajo la luz clara del sol y del cielo. Entonces existen las formas y los colores, pueden dejarse subidas las persianas y las puertas abiertas, no se oye el goteo de un grifo mal cerrado ni el zumbido tétrico de las palmeras, los gatos se vuelven prudentes y al fin nos libramos de esa absurda pesadilla en la que un desconocido nos persigue y no podemos correr, o hemos salido a la calle sin zapatos y no encontramos el camino de regreso a casa.

* * *
Paseo de un lado a otro, nerviosa, intentando organizar los próximos meses de ese horario extraño y anárquico del doctorando en el que unas pocas horas luminosas pueden salvar a todas las demás, obtusas y vacías. Al final me subo a una repisa alta para ver el almendro florido, melena de fresa y nata, de la casa vecina. Me quedo sentada allí arriba, mirándolo todo, el ladrillo, las nubes, la tierra, el almendro. Y pienso que yo no quería estudiar a los escritores, sino leer y ser escritora, para ver las cosas y saber nombrarlas y así quererlas más, y sobre todo intentar que mis lectores también las vieran, las nombraran, las quisieran. Abro el grueso libro que me acompaña, El camino de Miguel Delibes, una bonita edición facsímil del manuscrito, lleno de palabras tachadas y notas añadidas en los márgenes. Pero la primera frase está intacta, perfecta para iniciar o cerrar cualquier novela, precisa para amar esta mañana de marzo a pesar de las dudas, los gatos, el horario: “Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así [...].

10 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

Bueno, yo que no puedo ir a tus clases, sólo soy un lector puro tuyo, y aunque las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera, no me quejo en absoluto. Vaya, que doy las gracias.

Corina Dávalos dijo...

¡Que entrada más bonita Inma! así las cosas, quién sabe, igual acabas consiguiendo las dos metas y eso lo agradeceremos tus lectores y seguramente lo agradecerán tus alumnos.

Anónimo dijo...

Inma.
¿Quién habla del almendro, de las tejas, de los gatos?
¿Quién observa la oscuridad, la penumbra, la luz?

Inma.
¡Escribe!, ¡caramba!

Un biquiño.

Pd. Por cierto, a mí tampoco me gustan los gatos... y creo que es el capítulo seis o siete de "El Camino" que me vuelve loco...

Inma dijo...

Pues yo tampoco me quejo, que vaya suerte es que aun sin ser escritora ni nada tenga a lectores como vosotros.
¡Gracias!

Buentes dijo...

Aún tengo que leerme el Camino, pero viendo lo que has puesto, me pondré en cuanto acabe con los 8 libros que tengo aún para leer...

Carlos RM dijo...

Inma, qué precioso texto. Y esta idea, memorable: "unas pocas horas luminosas pueden salvar a todas las demás".

Letra dijo...

Entré a tu blog por primera vez y me gustó muchìsimo. Te voy a visitar seguido.
Saludos

Adaldrida dijo...

Me ha encantado tu entrada. Y a mí sí me gustan los gatos: son curiosos, apuestos y juguetones...

Anónimo dijo...

Volando voy,
volando vengo...
Volando voy,
volando vengo...
Por EL CAMINO
yo me entretengo...
pero del CAMINO
yo no me muevo...

¡y Olé!

Actualice, Mrs. Rodríguez Moranta.

Luis Alberto Moral Pérez dijo...

Hace tiempo que esta entrada fue escrita, sin embargo, yo la he leído hoy: 3 de febrero de 2011, el día de mi cumpleaños.

Ahora que conozco algo más de lo que se dice en ella -he leído la novela, y he hojeado, en clase, las maravillosas hojas de la edición facsímil- puedo compartir con más deleite y empatía lo que se dice en ella.

Aunque no sea marzo, sino febrero, de un año bastante lejano al del propio momento, quisiera añadir una pequeña reflexión: a veces también me asaltan las dudas, y pienso que confundí una manera de ver la vida con un futuro profesional. Lo que me hace, después, continuar con el camino quizá sea ese incómodo velo que se incrusta en los días de exámenes, en los tiempos de dudas.

A sabiendas que todas esas sensaciones pasaron, y esperando no hablarle a una botella vacía, ¿ha valido la pena?