domingo, abril 15, 2007

DETRÁS DE LAS NUBES

Nunca pensé que no me haría falta tener nueve años para imaginarme allá por detrás de las nubes a los seres que se han ido al cielo, con rostros llenos de luz paseando entre mullidos campos verdes. Aunque es cierto que los ancianos con alzheimer dejan de reconocer a sus familiares, de un tiempo a esta parte no me preocupó tanto que ella no recordara nuestros nombres, sino más bien que sonriera y mantuviera los ojos abiertos o durmiera con gesto reposado y apretara la mano al notar la mía en la suya. Pero es hermoso saber que mi abuela ahora re-conocerá todo; volverá a conocer a su marido, a sus hijos, a sus nietos y biznietos; y esta vez para siempre.

Las palomitas de almíbar y el bizcocho, las tardes de tebeos en el balancín, su cara asomada en el cuarto de coser mientras remataba aquel conjunto azul que me encantaba llevar en verano, el "mi niña, me traes la caja de los botones", sus ojos atlánticos y la ansiosa espera del agosto para ir juntas a recoger las moras que trepaban tras la tapia, el relato de aquel baúl que trajeron de Canarias, los bailes y su “palmeeero sube a la palma/ y dile a la palmerita/que se asome a la ventana/que su amor la solisitaaa....”; sus hermanas Lucila y Luciana -la rebelde y la bendita- como sacadas de un cuento; la foto en blanco y negro de cuando era joven y novelera; la imagen del abuelo en la cocina preparando guisos e historias para chuparnos los dedos todos los miércoles, Garachico y los Realejos, su saludo alegre desde la ventana, las lanas de “la labor” interminable, el sombrero de paja. Y después los olvidos y la tristeza, la búsqueda constante y la dulzura de una sonrisa ocre, los impacientes “vamos, vamos” con su poco de mal genio que se evaporaba pronto, los suspiros de nostalgia y agradecimiento, su memoria tan embarullada como la madeja; y a pesar de todo, algunos rincones intactos. El enigma de aquella retahíla de palabras increíbles y frases descabaladas, de todo un lenguaje nuevo hecho de gestos, susurros y miradas que hubiéramos querido descifrar por completo. Y luego las siestas demasiado largas, y el paso cada vez más lento, y una mañana el silencio roto por la voz de su hija que en todo momento la arropó como su madre hiciera antaño con ella, mucho antes de saber que su vida renacería un día, entera, en la memoria y en el alma de los que nos quedamos aquí abajo, deseando que se aparten un poco las nubes.

8 comentarios:

Corina Dávalos dijo...

Inma, siento que ella ya no esté aquí sino en el cielo y que ya no reconozcas su voz en la habitación de la máquina de coser. Pero ya se ve que te ha dejado una ausencia llena de tesoros. Creo que el leer tus líneas habrá reconocido a su niña con una sonrisa y te estará aguardando para descifrar por completo todos los gestos, susurros y miradas. Me ha conmovido profundamente esta entrada...Inma,te tengo y la tengo muy presente en mis oraciones. Un fuerte abrazo.

Inma dijo...

Me han conmovido a mí, AnaCó, tus palabras, tan afectuosas y llenas de sensibilidad, qué fortuna. Quedo enormemente agradecida, y seguro que ella también.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Inma.

Decía Louis Charles Alfred de Musset que "ni la ausencia ni el tiempo son nada cuando se ama"... La tendrás siempre.

Un biquiño.

E. G-Máiquez dijo...

Fuerte (y agradecido) abrazo,

Enrique

Anónimo dijo...

Ay Inma, veo borrosa la pantalla por las lágrimas que quieren precipitarse. Qué intensa, qué preciosa, qué sentida entrada, y qué cercano me resulta este entrañable retrato de tu abuela isleña. Me has dejado tocadito (ya sabes que por aquí nos encantan los diminutivos). Un beso grande.

Anónimo dijo...

Conozco por experiencia propia el Alzheimer. Mi abuelo también se fue olvidado de sí y de nosotros. Sin la oportunidad de despedirse siquiera. Lo recuerdo muy a menudo y estoy seguro de que cada evocación que realizo mirando al cielo es una pieza que le facilito para que componga desde donde esté el puzzle de su existencia. Cuando consiga completarlo lo mirará con ternura y sonreirá. Tú ya le has regalado a tu abuela la primera pieza de su puzzle particular. Sigue suministrándole piezas cada día. También ella cuando lo complete, estrechará el tablero sobre su pecho. Exactamente igual que cuando apretaba tu mano. Pero ya desde otra verdad. Un abrazo muy cariñoso de tu colega de facultad.

David dijo...

Tu entrada me trae a la memoria unos versos preciosos de Antonio Machado: "cosas de ayer que sois el alma, y cantos / y cuentos de la abuela".

Anónimo dijo...

Inma, gracias. La abuela, y el abuelo estarán encantados. Me han dado mucha alegría tus líneas y eso que tengo el pañuelo en mi mano. Ya sabes desde que ella no está tengo que llorar un ratito cada día, pero hoy mis lágrimas son distintas, son una mezcla de tristeza, alegría, plenitud... ¡Cuántos recuerdos! ¡Cuánto cariño!
GRACIAS en nombre de los "cinco"