jueves, mayo 25, 2006

LA FELICIDAD DEL ARTISTA


Desde el romanticismo, el artista moderno se siente único; ser privilegiado en sus capacidades sensibles y reflexivas; criatura dotada de una aguda conciencia de la Vida y del Mundo, de la Belleza y del Dolor, de Visible y de lo Insondable. Y se regocija en la (vana) creencia de que su vivir es más auténtico que el de los insensibles, el de los superficiales, o simplemente, el de la “gente” corriente.
En el intrincado deambular bajo la noche toledana que nos ofrece Carmen LAFORET en Al volver la esquina, Martín toma conciencia de que la felicidad sencilla “de los otros” es, probablemente, más razonable que su trascendental y perenne inquietud.

Pero me atrevo a suponer que Martín, como tantos artistas, filósofos y poetas, renunciaría a la Felicidad antes de someterse a una vida mediocre...

Nadie me consideró loco en el sentido que lo decía Anita, hasta la noche toledana. En realidad yo era loco, si ser loco quiere decir tener un mundo íntimo distinto al de los demás, pero mi locura terminaba en los límites de mi frente. En la vida era cauto, tranquilo, y no me había batido nunca con los molinos de viento. Prefería escaparme de la gente que oponerme a ella con una lógica mía que sabía diferente de las personas que me rodeaban. Quizá no me gustara el mundo ni el tiempo que me había tocado en suerte vivir, pero tampoco acababa de darme cuenta de ello si era así. Pasaba distraído entre la gente de la calle y entre gentes que veía a menudo también. A veces, los notaba tan seguros con sus intereses pequeños, tan felices con sus logros, que pensaba que quizá tuvieran razón todos menos yo. "

(CARMEN LAFORET, Al volver la esquina, cap.V)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese loco me ha hecho pensar en mi amigo Chesnut y en tu amiga Carmen, en "Ritmo lento".

Inma dijo...

Mi querido "usuario anónimo", podría identificarse, porque creo que le conozco.
También yo pensé en el protagonista del libro que tanto le gustó a Eusebi...

Jesús Beades dijo...

Es cierto que el artista, el poeta, puede sentirse aislado del mundo, guardían de un secreto que nadie entendería. No obstante, experiencias como, por ejemplo, el blog, nos descubren a otros que sí entienden lo que pensamos; que dicen "¡cómo! ¿tú también? ¡cuánto me alegro!" Esta experiencia es alentadora, y real.

El turrieburnismo de figuras como Juan Ramón Jiménez o Rilke, nunca exento de enfermedad, me parece muy poco deseable, por mucho que admiremos su obra. No es necesario ser un neurótico retraído para ser artista. Y, si fuera necesario, mejor no ser artista.

Inma dijo...

Apoyo tu visión del artista como "ser en sociedad". ¿De qué te sirve la voz si no tienes, si no buscas un interlocutor?

¡Y menuda santa debió ser Zenobia!

Jesús Beades dijo...

Sí pero, al fin y al cabo, Zenobia, como casi todos nosotros, tuvo lo que se buscó.

Breo Tosar dijo...

Si este libro le gustó a Eusebi, al que tanto quiero, lo compraré en la primera libería que encuentre.
Un abrazo, Inma, y ánimo con tu nuevo blog!!

Inma dijo...

Jesús, es arriesgado juzgar así a Zenobia, creo. Dudo que en el momento de entregarse a J.R.J supiera lo que le deparaba el futuro...
No deja de ser admirable, aunque ella hubiera elegido esa vida.