viernes, febrero 16, 2007

CABALLO DE CARTÓN

Ironías de la vida, justo después de acabar de corregir exámenes, al poco de colgar mi entrada sobre Gracián en la que me recreaba en mi gozosa parsimonia, mientras me deleitaba pensando en el cuatrimestre que se abría libre y anchuroso para complacer a doña Tesis, me cayeron unas sustituciones de dos semanas a preparar en tiempo record. Quejarme, no me podía quejar de las preciosas asignaturas, pero sí de que precisamente por ello eran más difíciles y comprometidas: “Poesía española del siglo XX” y “Modernismo en España”. La segunda la salvé fácilmente con un recorrido por las revistas literarias de la época; la primera me costó Dios y ayuda, aturdida por múltiples dilemas: ¿Acudir a las antologías, a los manuales y estudios críticos, o seleccionar poetas y poemas a mi gusto?. Intenté compaginar ambas opciones a sabiendas de que se explica mejor cuando se participa o se disfruta de la materia. Pero en esos casos da más miedo meter la pata y destrozarlo todo; aunque los alumnos no lo adviertan, tú sí, y si no sale bien se te queda un sabor amargo de falsedad y traición. Hice lo que pude y, por supuesto, no me metí en la espesura contemporánea donde tantos críticos deambulan sin norte entre generaciones novísimas y tendencias experimentales, culturalistas, neosurrealistas y hasta ¿supragarcilasistas?, por no hablar del realismo sucio de los ’95, que a mí me recuerda a algunas imágenes de Arco ’07. No se me enfaden los jóvenes poetas andaluces (cuya obra, junto con la de Miguel d'Ors, la prefiero entre muchas) por no promocionarlos en el aula: quiero guardar sus poemas todavía un tiempo entre mis manos, bajo el rincón íntimo de la luz de mi mesilla, pasear largas horas con ellos en las mañanas de jardín; esto es, vivirlos y reposarlos antes para comentarlos cómo se merecen desde la distancia y la experiencia que, desde luego, aún me falta. Por eso les serví poemas de Juan Ramón Jiménez, Dámaso Alonso y Luis Rosales. Es cierto, digamos que opté por la prudencia, "una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño" que me he reprochado esta misma tarde, mientras revisaba las fotocopias que había repartido durante la semana:

AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores,
hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño, y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
(Luis ROSALES, Rimas, 1951)

Poema -vivido y revivido- que me ha trasladado a otro que escribí yo hace algunos años, mecida más o menos por el mismo presagio trágico. Por aquel entonces fabulaba la historia de alguien que siempre estuvo preocupado en muchas cosas, dejándose a las importantes por el camino. Al final se quedó con las manos vacías, como un tonto, al pie del andén desierto. Sin prudencia ni recato os lo dejo también aquí:

EL JINETE EN LA ESTACIÓN
"porque en amor locura es lo sensato"
(Antonio Machado)

Suena un silbido agudo. Es el tren
que pasa relinchando, luciendo largas crines
de humo. Pronto el túnel engullirá
el galopar. Dejarán de centellear las vías.
Un jinete corre, corre hacia el andén, desierto.
Casi toda la tarde limpiando sus pistolas.
Abrillantando con cera la montura.
Practicando en el aire con las riendas.
Casi toda su vida. Y no haber entendido
el consejo del maquinista jubilado:
-¡Atento, joven!- le hubo advertido-
a esta estación a veces llegan
hermosos corceles desbocados.

[Tarragona, otoño del 2000]

7 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Muy buena entrada (otra más) y qué bonitos los poemas que pones.

Anónimo dijo...

Inma.

Me encanta el tono de "Caballo de Cartón", tanto en el poema de Rosales como en el tuyo, te leo más que nunca a ti...

Contando las olas,
no vemos los hermosos corceles desbocados.


Besos.

E. G-Máiquez dijo...

Qué bien me hubiera venido asistir a tus clases. Y les tendrías que haber enseñado también tu poema, que se lo merece.

Anónimo dijo...

Gracias por acercarnos un poema tuyo, es precioso. Yo también asistiría gustoso a tus clases.
El poema de Rosales me ha impactado.

Inma dijo...

Pues muchas gracias, la próxima vez os invito a todos; por lo menos debe tener gracia ver cómo intenta salir del paso una novata. Eso sí, si estuviera Enrique García-Máiquez en clase, tened por seguro que yo me siento en el banquillo a escuchar.

Ay,¡si ese caballo de cartón se convirtiera en uno montaraz, como el del poema de CMG...!

Anónimo dijo...

¡Cómo me gustaría asistir a tus clases!Sobretodo si culminan con un poema como el tuyo.
Si supieras cuántas veces me hé sentido como tu jinete...
Todavia hoy tengo miedo de dejarme lo importante por el camino,y ello me provoca una melancolía de futuro
que a veces roza la angustia más despiadada...pero recuerdo ese caballo montaraz de la Gaite,aunque me persiga el descarrilamiento y la desorientación...Un saludo

Anónimo dijo...

El poema de Rosales me gusta mucho, y el tuyo,(qué calladito lo tenías...)me ha gustado una barbaridad, esa imagen del tren como corcél desbocado se me ha metido dentro de un salto. Gracias por colgarlo, entre amigos, también estas locuras son sensatas.