viernes, noviembre 17, 2006

ZENOBIA Y JUAN RAMÓN, VERSOS Y FLORES

¿A qué mujer no le gusta que le escriban versos o le regalen flores? Sin ánimo de ponerme tajante -con los tiempos que corren- matizo: seguro que algunas aborrecen que se les presente el chico con un ramillete de violetas, escena que les sonará a antigua, a película en blanco y negro de Frank Capra (con lo que a mí me gustan) o a la tan discutida canción de Cecilia. Pero lo de los versos, ah, me cuesta tanto creer que alguien no los reciba con emoción, sobre todo si hablan de las tres heridas universales. Y si se siguen escribiendo después, mucho después del periodo de "conquista", el mérito ya es enorme. Incluso ni siquiera importa que no hayan sido compuestos por el sujeto en cuestión: a muchos les tocó la lotería cuando el cartero de Neruda nos medio-convenció de que la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita.
Mi tesis se vio confirmada al leer los Diarios de Zenobia, que recogen aquellas horas tristes y dolorosas del exilio americano junto a Juan Ramón Jiménez.
Se sabe que el genial poeta fue un hombre muy difícil en su vida familiar. Constantes depresiones, miedo patológico a la muerte (que obligaba al matrimonio a viajar siempre con un médico), neurastenia, insociabilidad, egoísmo infantil, "olores imaginarios", enfermiza dependencia de su esposa y una obsesiva "alergia" a los ruidos, no sólo a las molestas bocinas y al alboroto de la calle:
«J.R empezó a quejarse constantemente del ruido que se oía cada vez que yo trataba de volver la página del periódico, lo que hacía con el mayor cuidado
(martes, 12 de marzo de 1940)
Si a eso le añadimos su total ineptitud para la realización de tareas prácticas e indispensables, como preocuparse por la economía doméstica, una mujer del siglo XXI se pregunta cómo pudo soportar la pobre Zenobia. Imagino diversas razones. Entre las primeras, su amor, su capacidad de entrega y su misa diaria (le haría falta mucha ayuda de Dios, sin duda); entre las segundas, que Juan Ramón, además de lunático, era poeta y era sensible. El muy astuto, cuando advertía que Zenobia estaba llegando al borde de la desesperación, le entregaba versos, flores:
«Hoy JR me ha dado una gran alegría. Ayer la empezó cuando me dijo: “Mañana quiero ir contigo a comprarte unos claveles por tu día”. Me abalancé a abrazarlo diciéndole: “Lo de menos son las flores, lo que más alegría me da es que salgas conmigo”». (30 de agosto de 1952)

« “¡Vida de mi vida/ Zenobia del alma/ qué bonita eres/ lucero del alba!”. Esto me lo canturreó J.R. esta tarde, y yo le dije que me parecía imposible que la gente se vendiera por joyas cuando lo más precioso del mundo no costaba nada» (4 de octubre de 1955).

«Esta noche J.R me ha dicho una copla popular tan linda, que tengo que apuntarla, por mucho que me oponga a las ideas dramáticas de J.R. Dice así:

Cuando yo esté en la agonía
Siéntate a mi cabecera
Pon en tu mano la mía
Y puede que no me muera

(8 de octubre de 1955)

Y la mujer del poeta recuperaba -al menos por unos instantes- la sonrisa y la esperanza. Porque Zenobia era lista, fuerte e independiente, como debe ser, pero también era una dama. Y una dama es una dama.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por la entrada, Inma. Es preciosa y auténtica.
¡Cómo envidio la sensibilidad poética de Juan Ramón! Quién pudiera acercarse a un alma, en una tarde cualquiera, y decirle versos como los que citas. A los corrientes nos quedan las flores, "el cartero" o el atrevimiento de escribir lo que uno pueda... sabiendo que esas letras serán guardadas por un corazón benevolente.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Juan Ramón era un genio y Zenobia una santa. ¡Qué cruz de hombre!

Anónimo dijo...

Venerada Inma
Comparto absolutamente la idea de que la poesía no es de quien la escribe sino de quien la necesita,así como el gusto por mujeres como Zenobia (lista ,fuerte e independiente)
No sólo a las mujeres os gusta que os escriban versos u os cortejen con versos,a muchos hombres nos fascina que sea ella la que -aún siendo una dama -,se atreva a seducir regalando flores o poemas.
Recuerdo lo raro que me sentí cuando me regalaron un ramo de flores y un poema ,incluso le dije al cartero que se había equivocado...(a veces somos un poco demasiado clásicos ),pero aquello me gustó,sobretodo el atrevimiento como guiño de la mujer que me lo regaló(mi futura esposa),a la que ni le gustan mis flores,ni entiende mis poemas -aunque sí le gusta -a pesar de su pragmatismo vanguardista-que insista en mi postura de romántico trasnochado...
Es curioso lo de J.R.,y no creo que Zenobia fuera una santa,es que simplemente estaba enamorada,con todo el misterio que ello entraña.
Si algo me gusta de todo esto es precisamente la paradoja del misterio del amor sin sellos,porque amar a veces no tiene nada que ver ni con roles,ni con empatías ,ni con cortejos ,eso sí ,reconozco que sin Dios se me queda pequeño eso del amor,tal vez ahí esté el misterio(no me cabe duda)... te dejo con una dedicatoria de Carmiña al que fué su marido Rafael Sanchez Ferlosio que me hace pensar en ese misterio y que dice mucho en pocas palabras
"...Para Rafael,que me enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora..."
¡Qué gran dama nuestra amiga Carmen!¿No te lo parece?

E. G-Máiquez dijo...

Qué espléndida entrada. Hace muchos años, Abel Feu me dijo: "tú no quieres una novia, sino una Zenobia". Bueno, yo ahora no me quejo y, además, he aprendido en tu entrada que las Zenobias hay que ganárselas.

Breo Tosar dijo...

Los nombres propios, sobre todo los que se refieren a hermosas mujeres, poseen una gran fuerza subjetiva. Basta escuchar de unos labios italianos la palabra “Beatrice” para imaginarse la belleza arrebatadora de esa mujer. Un nombre digno de la amada del gran poeta. O ese terrible nombre, “Judith”, mujer de ojos felinos y mirada ardiente, como la heroína de la Biblia que acabó con el tirano Holofernes. Judith debía ser arrebatadora. “Julieta” es también un hermoso nombre femenino, la eterna amante de Romeo.
Escuchamos esos nombres y nos imaginamos mujeres preciosas, sonrisas que quitan la respiración y ojos que hipnotizan. Sin embargo, ¿qué pasa con los otros nombres no tan afortunados? No es lo mismo Fulgencia que Ana, o Venancia que Raquel. Cada nombre tiene una fuerte carga subjetiva. Cervantes ya lo sabía, y por eso, para don Quijote, el nombre de su musa no podía ser otro que “Dulcinea”, aunque la afortunada se llamara en realidad doña “Aldonza Lorenzo”.
Cuesta imaginarse a Zenobia como una mujer bella. ¡Zenobia! La esposa del poeta Juan Ramón Jiménez se llamaba así. ¿No podía haberse llamado de otra forma? ¿No podía haberle cambiado ese desafortunado nombre, como hizo don Quijote?
La carga subjetiva de cada nombre no es más que un mito del lenguaje. No hay nombres más hermosos que otros si no es por el contexto. Y lo digo yo, que me llamo Breo.

Anónimo dijo...

Todo no se puede, desde luego no sé qué es peor un adictoa al futbol dominguero o vivir pendiente hasta de cómo pasar las hojas del diario.
En todo caso estupenda entrada, me ha gustado descubrir lo de las 3 heridas, y las 3 virtudes de la mujer que mencionas...tan necesarias.

Inma dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Me alegra que estéis de acuerdo con la frase del cartero, pues si no ¡a ver que iba a hacer yo en este blog, que siempre voy de prestado!, y que hasta un poeta [como Enrique] reconozca que ellos,ricos de versos, también deben ganarse a las "novias y Zenobias" [con versos, flores, y menos manías, espero, que JRJ...]

Estupenda la descripción de la extrañeza de Lord Scutum ante la entrega del cartero, y más la historia y el misterio que encierra. Ojalá se llevara más la postura del "romántico trasnochado".
En efecto, Carmiña era una gran dama...

Jésús, gracias por la vista. Opino que Zenobia tenía cualidades de "santa", como dices, y también de "enamorada" como apunta Lord Scutum.

Tienes razón, Breo, el nombre de Zenobia extraña un poco, y no es tal vez un nombre delicado y bello como "Beatrice". Aún así, me gusta más que "Julieta", por ejemplo. Creo que tiene muchísima fuerza y personalidad, y el inicio por "Z" tiene cierto encanto.
Por si no te convenzo, dicen que el nombre significa "Orgullo de su padre". ¿Qué te parece?

Anacó, qué bien haces al comparar manías y adicciones, que no sólo las tienen los poetas. Tampoco sé que es peor. Supongo que para Zenobia hubiera sido mejor que JRJ se entretuviera con el futbol del domingo y la dejara un poco tranquila...¡Pero no puedo (¿o me niego?) a imaginar al poeta en esa escena!

Saludos

Anónimo dijo...

OTRO POEMA DE AMOR

Qué dicha no ser Basho, en cuya voz/ florecían tan leves los ciruelos,/ ni ser Beethoven con su borrasca en la frente/ ni Tomás Moro en el taller de Holbein./
Qué dicha no tener un bungalow en Denver (Colorado)/ ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio/ mineral de la tarde patagónica/ ni oler la bajamar de Saint-Malo/

y estar aquí contigo, respirándote, viendo/
la lámpara del techo reflejada
en tus ojos.

************

En una ocasión Miguel D'Ors me dijo que hiciera míos sus poemas cuando lo creyese necesario, fuese en mis textos o en mis films, pero quizá este sea un buen momento...
Para Inma, que está aquí con nosotros, mientras la respiramos y vemos un brillo reflejado en sus ojos.

Un bico, rula.
No dejes de escribir.

Carlos RM dijo...

Inma, qué gozada leer tu texto y qué lujo los comentarios. Esta entrada está para ponerle un marco, o flores. Ya me habían tentado con los diarios de la santa y enamorada Zenobia, pero después de leer esto tendré que correr a la librería. Y qué gracia lo que le dijeron a Enrique, "tú no quieres una novia, sino una Zenobia", da que pensar...

Inma dijo...

Me encanta ese poema de d'Ors, Toño. ¡Gracias! Yo ya me lo había "apropiado" hace tiempo, cuando lo copié en un cuaderno con mi letra. Siempre me ha gustado encontrar escritores -como también algunos profesores- que disfrutan haciendo extensivo su saber, su sensibilidad, sus descubrimientos, y que no encuentran sentido alguno a almacenar poemas, textos, ideas, guardados con celo para sí mismos. Por eso me parece muy bonito lo que te dijo Miguel d'Ors. ¡Y qué envidia tu charla con él!


Carlos, cuánta razón. De lujo vuestros comentarios, aquí sí podríamos poner un marco.
La verdad es que en los diarios de Zenobia abundan las páginas tristes, el desespero y las frustaciones, pero también se encuentra el testimonio de una vida activa y generosa, y destellos de felicidad que valen por cien tristezas.

Anónimo dijo...

La verdad es que nunca he tenido la ocasión de charlar con Miguel d'Ors -culpa mía, me expresé mal-, me lo "dijo" con letras en varias cartas. Por cierto, es una persona muy humilde. Cuando le preguntaba si no publicaría algún poemario más, contestaba: las cosas malas, si breves, menos malas... (en referencia a su obra).

Un gallego en el exilio..., como yo...

Un bico, rula.